OPINIÓN    

La espada en la palabra

Indianismo y nuestro tiempo

Ignacio Vera de Rada



Ahora que estamos en tiempos en que debemos deshacernos la cabeza y devanarnos los sesos para pensar un nuevo país, creo oportuno tocar uno de los muchos asuntos delicados que nos arden en la piel y nos duelen en el corazón porque no sabemos qué hacer con ellos, pero que definitivamente, tarde o temprano, hay que tocar; hoy quiero escribir sobre el indianismo político.

La ideología de las masas indias es una corriente política consistente porque emerge de una práctica ancestral y de una realidad concreta. No es, pues, una idealización como lo fue, por ejemplo, el socialismo utópico de Owen y Saint-Simon, sino que, en el caso del indianismo, primero se dio la praxis y luego la teoría. Así, la teoría que se levanta luego de la práctica es más sólida y realizable que la teoría que nace de las cabezas de los eruditos. Pero bien, es sólida y realizable solo para un determinado contexto histórico, para un ambiente y para una situación particular.

A lo largo de los últimos años, en algunos países latinoamericanos como Ecuador, Venezuela y Bolivia, se ha tratado de hermanar la doctrina política india con algunas corrientes del socialismo científico o directamente con el marxismo clásico. Una de las mayores tentativas de ese extraño maridaje se dio justamente en Bolivia. Tratando de hallar vínculos entre dos tipos de pensar tan diferentes como incompatibles, los teóricos han formulado tesis que han abortado en extrañas propuestas en que la economía era el mayor factor del sinsentido. ¿Qué tienen en común las teorías del socialismo científico europeo y las del indianismo americano? Quizá, a grandes rasgos, la garantía de la socialización de los recursos de un país, y nada más. La gran diferencia de ambas vertientes se halla en el cómo se llega a esa distribución de recursos.

Por otra parte, la dialéctica del marxismo clásico y de las derivaciones de éste, se explica con la lógica dialéctica del filósofo alemán Hegel, mientras que la secuencia histórico-filosófica del indianismo no es de confrontación de hechos, sino cíclica y además retrospectiva. Este problema de incompatibilidades genera una traba a la hora de hermanar dos corrientes que son diametralmente diferentes.

El criterio sociológico es otro punto de divergencia. Mientras que para el indianismo el asunto parte de un criterio de raza, para el socialismo científico la sociedad se explica por la economía. Raza y estrato económico son conceptos que nunca podrán juntarse en una misma teoría política. Pero el punto más flaco para los que quieren armonizar ambas corrientes radica en el campesinado. Mientras que los socialistas pretenden barrer con toda situación de opresión capitalista, el indianismo tiene como bases al campesino y la tierra, es decir, a un pequeñoburgués con su capital.

Ahora a la pregunta: ¿qué hacer finalmente con el indianismo? El indio no se redimirá con esa corriente, pues la misma lo disminuye implícitamente. La liberación total se conseguirá a través de una educación universal, sin olvidar su cultura ni sus usos. Y es por eso que nuestra pluralidad de razas y costumbres es tan importante.

Pero así como ocurre con el izquierdismo radical y con el fascismo, la idea de una revolución india -planteada por Fausto Reinaga- debe ser dejada de lado porque, como aquellas corrientes mencionadas, es excluyente. Y los tiempos presentes son de inclusión y unidad. Ni lucha de clases ni superioridad de unas razas sobre otras. Sino alianza de clases y etnias.

Entonces, lo que debemos hacer con el indianismo es recoger de él sus contenidos educativos, sus valores de convivencia, su arte, para trasladarlos a la nueva ley educativa que es tan necesaria ahora, ley que deberá también comprender los saberes universales. Ahora más que nunca, no podemos quedar embelesados con el pasado. Hay que encarar el futuro con toda energía y pragmatismo.

El autor es licenciado en Ciencias Políticas.

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