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[Álvaro Janco M.]

¿Médico versus paciente?


Desde tiempos remotos, como marca la historia, el proceso de salud y enfermedad ha sufrido una serie de transiciones, a medida que el hombre lo ha concebido dentro de su entorno. En la era paleolítica la concepción fue mágica, pues todo era atribuido a lo sobrenatural, siendo actores principales los brujos o chamanes. Tiempo después en Grecia surgió el concepto de lo natural, siendo la salud una necesidad para los seres vivos, acercándose un poco a los métodos actuales, como son el clínico, epidemiológico y ambiental. Desde la antigüedad clásica surge la concepción de lo ideal o utópico, difícil de medir y de existir, prevaleciendo básicamente la elaboración de modelos de salud inalcanzables.

Para el ser humano algo importante es su salud y contrariamente y en la acera del frente encontramos a la enfermedad; su asociación casi automática será con el dolor. ¿Será exagerado decir que a la humanidad actual le duele la relación entre el médico y el paciente?

Cuando un médico faltaba a las reglas de juego o cuando el enfermo por una razón o por otra llegaba a perder la confianza en el hombre que le atendía; pero desde hace algunos decenios no parece exagerado decir que se han invertido las cosas y que la normalidad misma de la relación entre el paciente y médico posee, en una u otra medida, algún carácter conflictivo; varias son las razones del cambio.

La tecnificación extrema del diagnóstico y el tratamiento, en muchos de los casos el poco tiempo que tiene un médico para realizar la anamnesis, impide con frecuencia que entre el médico y el enfermo se establezca un contacto suficiente.

El paciente debe tener confianza en cuanto a la competencia de su médico y debe sentir que puede hacerle confidencias. Para la mayoría de los médicos es importante el establecer un buen contacto con el paciente.

La calidad de la relación entre el médico y su paciente es importante para ambas partes. Cuanto mejor sea la relación en términos de respeto mutuo, conocimiento, confianza, valores compartidos y perspectivas sobre las enfermedades y la vida, el tiempo disponible, mejor será la cantidad y calidad de la información sobre la enfermedad del paciente, que se intercambiará en ambas direcciones, mejorando la precisión del diagnóstico y aumentando el conocimiento del paciente sobre la enfermedad o dolencia.

En aquellas circunstancias en las que la relación es pobre, se compromete la habilidad del médico para realizar una evaluación completa del paciente y es más probable que el paciente desconfíe del diagnóstico y el tratamiento propuesto, disminuyendo las posibilidades de cumplir con el consejo médico.

En estas circunstancias y en aquellos casos en los que existe una genuina diferencia de opiniones médicas, se puede llegar a conseguir una segunda opinión, de otro médico o el paciente puede decidir directamente cambiar de médico.

Ahí se deberá practicar lo más básico por ambas partes, es decir la confianza mutua. Desde un inicio el acto médico es considerado un encuentro entre dos personas, determinado en su contenido, en su figura y en su curso por la intención consciente e inconsciente de uno y otro en el momento de encontrarse. Para que la relación entre ambos llegue a ser satisfactoria es preciso que la intención principal del médico sea la voluntad de ayuda técnica y la intención principal del enfermo, la voluntad de curación o solución de sus problemas.

El acto médico posee un carácter a la vez personal y social, es personal en cuanto que acontece entre dos personas y es social en cuanto que la persona, el enfermo y el médico existen en el seno de una sociedad.

Así como las sociedades evolucionan en diferentes aspectos, será necesario mostrar esta evolución en nuestra sociedad boliviana.

El autor es médico y docente de la Facultad de Medicina de la UMSA.

 
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