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[Alberto Zuazo]

Trato a niños y mayores


En la vida humana hay dos momentos que son de indefensión y de necesidades, esto sucede particularmente cuando las personas son menores, pues sus aptitudes naturales no se manifiestan todavía en toda su plenitud, o cuando por la edad avanzada se han agotado las energías, en muchos casos inclusive la capacidad de raciocinio.

Estos son los tiempos en que ambos sectores, de niños(as) y ancianos(as), requieren de atención y ser protegidos. En Bolivia no están debidamente organizadas estas posibilidades, en unos casos por la indiferencia de las autoridades de turno, así como por la propia sociedad, sea colectiva o individualmente. En otros, por carencias económicas de unos y por falta de solidaridad en los otros.

De esta manera, en todos queda una deuda por saldar. Ante tal realidad, que tal vez pasa desapercibida o simplemente no se la quiere ver, queda de todos modos una deuda pendiente que corresponde saldar, cuanto antes mucho mejor.

Los niños que tienen padres que no los pueden atender como merecen, debían ser internados en hogares de creación pública, precisamente para que reciban buena alimentación, cobijo y los vestuarios adecuados, tanto por los cambios de estaciones como por el deterioro que se produce en ellos, por el uso o también por los cambios de talla, pues los menores están en crecimiento, de modo que sus cuerpos demandan vestimentas apropiadas para seguir estos procesos.

En cuanto a alimentación, la que se les provea debe ser puntual en el desayuno, el almuerzo, el té y la cena. A fin de estimular su crecimiento y fortaleza, es necesario también que la alimentación sea en la cantidad y calidad que requieran, en cada fase de su desarrollo, de manera que cuenten con la fortaleza suficiente para la vida en general.

Otro aspecto que debe ser muy cuidado es el de su descanso, tanto en la noche cuando se acuestan, como en la siesta que deben realizar siempre, después del almuerzo. Así, tendrán un cuerpo dispuesto para los estudios y mejor todavía para el trabajo. Las mujeres y los varones tienen que seguir estos procesos para contar con un buen desarrollo físico y excelencia en su salud.

Igual que estas necesidades vitales, los seres humanos requieren practicar gimnasia y deportes, de manera que fortalezcan su resistencia para todas las exigencias que les plantee la vida.

Es también imperativo que en los internados de niños y jóvenes en esos hogares públicos se les instruya sobre el tema social, pues su trascendencia en la vida supera inclusive las especialidades profesionales, debido a que de ello depende que cuando sean mayores cumplan con las enseñanzas que reciban en esta importante materia.

En particular, de la formación que reciban los varones se asegurará que se respete a las mujeres y más todavía, que jamás levanten las manos contra ellas, sean novios, convivientes o esposos. Es una cobardía que se produce todos los días en los hogares, especialmente de ciertos sectores sociales que confrontan limitaciones y necesidades que no las pueden satisfacer.

En esos cursos sobre temas sociales, los maestros deben ser muy concluyentes al expresar a sus alumnos que nunca deben golpear a las mujeres, porque incurren en cobardía y, peor todavía, en atentados que tienen hasta pena de cárcel.

Acerca de esto último, la justicia tiene que ser más severa para encarcelar a los hombres que son denunciados por haber pegado a sus enamoradas, novias, convivientes o esposas. No deben embrollarse en seguir juicios, basta con la denuncia de la víctima para que dispongan el encarcelamiento de los cobardes que golpean a las mujeres. Además, las penalidades mínimas deben ser siquiera de un año de reclusión.

Solamente castigando con rigor estos delitos se puede evitar que se continúe maltratando a las mujeres. Los presuntos varones que incurren en esta costumbre no deben olvidar que han venido a la vida como producto de una mujer y que, por tanto, al golpearlas, cuando son mayores, lo que están haciendo equivale a estar maltratando a sus propias madres.

 
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