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Vade retro Satana

Miguel Ángel Martínez Portocarrero

Me refiero al ineluctable ocaso del populismo en la región; más por las malandanzas de sus líderes, que por la acción de sus opositores. No es para menos, si casi todos los ex mandatarios del modelo socialista del Siglo XXI han terminado en el banquillo de los acusados por manejos dolosos de la cosa pública, coimas al por mayor y sobreprecios en la compra de bienes y servicios. Uno de los casos más emblemáticos es el del ex obrero Lula Da Silva, quien aparte de sus matufias conocidas públicamente (doce en total) fungía de relacionista público de la constructora OAS, contratada por el gobierno boliviano para apertura de la vía por el Tipnis. Como si eso fuera poco, convirtió al Partido de los Trabajadores, del cual es su líder histórico, en una tienda dedicada al lavado de dineros mal habidos.

Ni qué decir de la señora Cristina Fernández que, con el mejor estilo gansteril, ha reproducido su fortuna personal y la de algunos de sus allegados, sin incomodarse por el destino de la economía argentina. Día que pasa salta un nuevo dato, que termina agrediendo la sensibilidad y la razón de la ciudadanía. Al final el monto de los actos ilícitos cometidos durante la gestión de la ex presidenta resultan siendo incalculables.

Como incalculable es la fortuna amasada por la familia de Nicolás Maduro, mientras los venezolanos mueren de hambre, carecen de elementales servicios y son víctimas de la violencia estatal en grado superlativo. Apelando a la lógica uno se pregunta: ¿a dónde fueron a parar los ingentes ingresos captados por ese país, por la explotación y comercialización de petróleo? ¿Cómo es posible que un país rico como Venezuela termine de la noche a la mañana en total bancarrota? Me parece el colmo del cinismo o la miopía que, pese a ello, todavía se le siga dando cuerda a un esquema político que huele a cadáver, con argumentos falaces reñidos con la simple lógica: ¡Nadie ni nada salvará a Maduro!

Según las agencias internacionales de noticias el ex presidente Correa también está acusado de una serie de desmanes económicos durante su gestión; siendo muy posible que sea imputado por ello. Y en Nicaragua sigue la efervescencia popular contra los Ortega, que con el mejor estilo somocista mataron a treinta personas, en su intento de sofocar las protestas ciudadanas, en torno a las reformas de pensiones. Ese es un caso sui generis, con visos de monarquía, donde el ex guerrillero Daniel Ortega ha traspasado los límites de la sensatez, al tener como vicepresidenta a su propia esposa; con lo cual garantiza la sucesión familiar en el control del poder.

Finalmente, más temprano que tarde, en Bolivia se impondrá la cordura, se retomará la institucionalidad democrática y se juzgará como es debido a quienes, pisoteando las leyes, han adjudicado obras sin licitaciones públicas a empresas extranjeras de dudosa reputación; han encubierto desfalcos multimillonarios de sus adherentes en entidades para sindicales. Aparte de haber despilfarrado el erario nacional en obras y obritas demagógicas e infructuosas, cuando lo que falta en la Bolivia de siempre son hospitales, tecnología médica y capacitación científica.

Lo más grave de todo es que los “formidables” propugnadores del cambio, para que sus affaires gocen de impunidad la mayor cantidad de tiempo posible, porque nada puede ser eterno, han y son capaces de pisotear la Constitución Política del Estado y anular la independencia de poderes e instituciones nacionales. Hablamos del Poder Judicial, de los órganos electorales, la Asamblea Legislativa, la Policía y las Fuerzas Armadas. Tanto será el miedo a la verdad, que compran o acallan medios de comunicación social a arbitrio. ¿Hasta cuándo durará el abuso de poder? Por lo pronto, la salida indefinida de Unasur de seis naciones con verdadero peso específico, confirman la triste soledad en la que están quedando Bolivia y Venezuela. La mentira tiene patas cortas y no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

El autor es periodista.

 
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