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El amor de Dante Alighieri

Bastó sólo una mirada. . . y surgió un idilio tan furtivo que los siglos recuerdan con respeto y admiración


Dante Alighieri, figura máxima de las letras y precursor del Renacimiento. Llevó una vida agitada y andariega, conoció las amarguras de las luchas políticas entre güelfos y gibelinos en Florencia, su ciudad natal.
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La ciudad italiana de Florencia fue la ciudad donde se desarrolló el gran movimiento artístico conocido como Renacimiento, pero el Renacimiento es muy posterior a la época en que vivió Dante, uno de los poetas más grandes de la humanidad.

Dante Alighieri nació en esta ciudad en mayo de 1265, no se sabe exactamente qué día, fue bautizado en la Pascua siguiente, el 25 de marzo de 1266, un sábado de gloria. Recibió el nombre de “Durante”, que más tarde, por abreviatura, sería Dante. Sus padres fueron Bellincione Alighieri y Bella degli Abati, quien falleció cuando Dante tenía entre cinco y seis años de edad.

En aquel tiempo, Florencia era una pequeña ciudad de aproximadamente 30.000 habitantes, sin establecimientos culturales ni centros de educación, por lo que Dante se instruyó en ca-

sa, pues era muy difícil asistir a una escuela. No había libros impresos y los manuscritos escaseaban, pese a esas limitaciones Dante adquirió amplios conocimientos en las diferentes asignaturas gracias al maestro Brunetto Latini y al poe-ta Cavalcanti.

La familia de Dante tenía por vecinos a los Portinari, y el muchacho que apenas había cumplido 9 años, jamás imagino que aquella familia ejercería decisiva influencia en su vida. En cierta ocasión los Portinari invitaron a su vecino Alighieri a un festejo familiar, aquel memorable 1° de mayo de 1274 Dante y su padre llegaron a la casa de los Folco Portinari, familia noble y rica. Dante no había entrado nunca en aquella casona, a pesar de que estaba muy cerca de la suya. La fiesta se desarrolló en medio del bullicio de la música, los invitados y las bebidas, de pronto hizo su aparición la esposa del anfitrión acompañada de su bella hija Beatriz Portinari, casi de la misma edad que Dante, quien al ver-la quedó absorto por la singular belleza de la pequeña. No se atrevió a acercarse ni a entablar una conversación, sólo la contemplaba asombrado, hechizado, fue el suyo un amor a primera vista, deslumbrante. En cuanto a ella, pa-rece que ni siquiera notó la presencia de Dante.

El tiempo transcurrió y Dante no había vuelto a ver a su amada, sin embargo su sentimiento se afirmaba con más fuerza, no la podía olvidar. Por entonces, Florencia vivía una agitada vida política a consecuencia de las rivalidades entre dos facciones: los güelfos y los gibelinos. Los primeros no reconocían más autoridad que la del Papa, y los otros reconocían al emperador como suprema autoridad temporal, y al Papa solamente como autoridad espiritual. Los Alighieri eran güelfos y según la historia, años atrás, los güelfos habían inflingido una grave derrota a los gibelinos, en la batalla de Benevento y Florencia celebró con júbilo aquella victoria. De haber triunfado los gibelinos, la ciudad hubiera estado sujeta a su dominio. Sin embargo, ¡ironías de la vida! el partido güelfos sería precisamente la causa de la persecución y el destierro de Dante 36 años después de Benevento.

Por entonces Dante ya había incursionado en el campo de las letras, el amor por Beatriz era la razón de sus poesías y de su vida. Seguía plasmada en su mente la bella imagen de aquella muchacha que había conocido en la casona de los Portinari. Cuando su vida parecía transcurrir de forma apacible, por intermedio de sus amigos se enteró que en 1287 su amada Beatriz se había casado con un banquero, Simone dei Bardi, la noticia le causó desazón y un terrible dolor en su corazón enamorado. Durante muchos años, guardaría el secreto de ese amor profundo que sintió por Beatriz desde la primera vez que la vio.

Nueve años después del primer encuentro con Beatriz, ocurrió el segundo, y la escena se desarrolla en el puente Santa Trinidad de Florencia. Beatriz que está vestida con un atuendo blanco, camina acompañada por dos mujeres, su amiga Monna Vanna, a su lado, y su sirvienta, unos pasos atrás. Dante está casi sobre el puente y al verla se sorprendió y se detuvo por un instante, luego retrocedió para dar paso a las damas, Beatriz miró a Dante Alighieri y le dirigió la más dulce e inolvidable sonrisa que él hubiera podido imaginar. En ese breve momento sintió una inmensa dicha, mientras las tres da-mas se alejaban del lugar, también Dante envuelto en una misteriosa sensación, embriagado de felicidad prosiguió su camino. A partir de entonces vivía extasiado, soñando con su amor por horas enteras. Así surgió el primer soneto a Beatriz, que años más tarde a-

parecería en su libro La Vita Nouva (la Vida Nueva). En los años siguientes, Dante siguió escribiendo sus apasionados sonetos a Beatriz, hasta que un día llegó a oídos de ella, que no estuvo de acuerdo por la forma como expresaba sus sentimientos.

Cierto día, Beatriz y Dante volvieron a cruzarse en el camino, pero esta vez, la bellísima señora esquivó su mirada y no lo saludó. Aquella actitud fue un duro golpe para el poeta, sintió desfallecer de angustia. En otra ocasión, Dante y sus amigos se fueron a una fiesta, en busca de nuevas amistades y así hallar distracción, pero, ¡extraña coincidencia! Beatriz también asistía a aquella festiva tertulia. El encuentro se hizo inevitable, al verla frente a él entre aquella gente, sintió que le faltaban fuerzas y que desfallecía y le sobrevino un desmayo, sus amigos que presenciaron el hecho rieron burlonamente, incluso la propia Beatriz sonrió también. Dante abandonó el lugar para buscar refugio en la oscuridad de su aposento, donde lloró con profunda amargura su desdicha.

Pasado algún tiempo, el 19 de junio de 1290, con 23 años de edad, Beatriz Portinari falleció sin haber dejado descendencia alguna. Un gran desaliento hizo presa del gran poeta, llegando incluso a descuidar su apariencia personal. Sin embargo continuaba escribiendo “La Vida Nueva”, obra en la que mezclaba la poesía con la prosa, contaba cómo había conocido a Beatriz y de qué modo la había amado. Por entonces en-tabló amistad con el músico Casella de Pistoya y con el inmortal pintor Giotto, con quienes hizo una vida mundana y disipada hasta que conoció a Gemma Donati, una simpática mujer florentina. Hasta entonces Dante había vivido sólo del recuerdo de Beatriz, y pensó que era ya tiempo de casarse, unión que se realizó en 1295. Gemma le dio cuatro hijos, no se sabe si fue dichoso en su matrimonio; pero es seguro que no dejó en él mayor huella. De ahí que Dante no escribió una línea dedicada a su mujer.

Mientras tanto el poeta comenzaba a participar en la vida política, en el bando de los güelfos, desempeñando en 1300 el cargo de prior de su ciudad natal y otros cargos importantes, poco a poco iba destacándose como hombre íntegro, defensor de la libertad. El partido político de los Güelfos, al que pertenecía, se dividió en “blancos” y “negros”, los segundos partidarios incondicionales del Papa, y hubo en la ciudad pugnas y desórdenes violentos. Dante se había adherido a los “blancos”, esto despertó el odio de los intransigentes “negros”, más fuertes y poderosos.

El 1° de mayo de 1300, aniversario de su primer encuentro con Beatriz, el poeta llevó flores a la tumba de su amada, mientras “negros” y “blancos” se enfrascaban en una terrible lucha hasta que se hicieron del poder los “negros” y los “blancos“ fueron acusados de rebeldía a la Santa Sede de Roma. Fueron condenados a muerte unos 600 “blancos” o proscribiéndoles por supuestos delitos, entre ellos estaba Dante, quien fue acusado de fraudes, ganancias ilícitas y extorsiones a través del priorato. Viendo que su vida corría peligro huyó a Siena, precisamente, cuando en su mente había surgido la idea de plasmar la obra que le daría después la inmortalidad: La Comedia.

En 1302, Dante fue declarado en rebeldía por el Papa Bonifacio VIII, le confiscaron todos sus bienes y lo privaron de la ciudadanía, como si fuera poco, si los reos cayeren en manos de la comuna de Florencia, serían quemados vivos. Mientras tanto, la esposa y los hijos de Dante permanecieron en Florencia en resguardo de algunos bienes que aún quedaban y a donde Alighieri no regresaría jamás. Anduvo errante en la mayor miseria por diversas ciudades. Acaso fue mejor que así sucediera, porque el destierro, el dolor de perder a su familia y la injusticia avivaron la llama de su genio creador.

En la ciudad de Verona, el príncipe gibelino Della Scala le brindó hospitalidad y le dispensó un trato deferente. Apartado y sólo, Dante siguió escribiendo la primera parte de “La Comedia”: el Infierno, se llamaría “La Comedia”, porque empezaría de modo trágico y tendría un desenlace feliz; se compondría de 3 partes: El Infierno, El Purgatorio y El Paraíso. En el Paraíso describe a Beatriz, la amada inmortal, suma de todos los bienes. El destino propiciaba así la realización de una de las más grandes obras maestras de la literatura universal, conocida como “La Divina Comedia”.

En 1321 Dante se trasladó a Venecia, en una misión diplomática, pero al enfermar repentinamente fue conducido de nuevo a Roma, donde murió el 14 de septiembre de ese mismo año.

Carlos Valdivia

 
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