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[Floren Sanabria]

10 de febrero de 1781

Grito libertario de Oruro


La dominación ibera enraizó sus poderes en Oruro. Así, desde el fondo de las minas y otros lugares fue madurando la rebelión nativa que ante cada golpe de crueldad se robustecía, anhelando justicia y libertad.

Ante los abusos de los españoles, se formó un movimiento encabezado por Sebastián Pagador, Jacinto Rodríguez, principales cabecillas, y su hermano el poderoso criollo minero Juan de Dios Rodríguez, Diego Flores, Nicolás Caro, Clemente Menacho, Manuel Herrera, Nicolás Iriarte, Miguel Portilla, Josep Azurduy, María Quiroz, Francisca Orozco, María Francisca Goya, el sacerdote criollo Gabriel Menéndez, autoridad eclesiástica de la Villa. Mineros azogueros junto a criollos, mestizos, indígenas, pequeños comerciantes se alzaron y saquearon iglesias, quemaron propiedades de españoles, lincharon a “chapetones”. Terminaba el reinado de Carlos III.

En aquel memorable 10 de febrero de 1781 se rompió el cerco de la soberbia hispana. El corregidor y justicia mayor de la Villa Real San Felipe de Austria, Ramón de Urrutia y sus aliados se organizaron con 300 soldados y se nombró capitanes y oficiales, pero ante el alzamiento huyeron a Cochabamba y una gran cantidad de campesinos ocupaba la ciudad mientras españoles y el pueblo se enfrentaban. Jacinto Rodríguez fue designado alcalde y justicia mayor por el comando revolucionario.

Los indígenas de Paria, sin embargo, pretendieron permanecer ociosos en la ciudad, mientras eran mantenidos por sus habitantes. Al no ser factible sostener durante varios días semejante orden de cosas, Pagador ordenó distribuir 20 mil reales de plata en un sitio llamado Mesa Verde, pero un indígena atrevido intentó apoderarse de la Caja de Caudales donde se guardaba gran cantidad de monedas. Se protegía estas recaudaciones que servirían para gastos del esperado indígena Túpac Amaru. Pagador reaccionó y le dio un golpe en la cabeza, sin mala intención, que le provocó la muerte.

Se produjo un gran desorden, el líder revolucionario fue rodeado por la turba y ante el peligro de linchamiento fue sacado del lugar. Jacinto Rodríguez ordenó que sea conducido a la cárcel para ser juzgado. El capitán Menacho y el alférez Andrade no pudieron impedir que en el trayecto los indígenas enardecidos y alcoholizados le quitaran la vida. Llegada la calma, los 20 mil indígenas se retiraron de la Villa, era el 13 de febrero de 1781. Es destacable el hecho, en ese levantamiento participaron algunos miembros del cabildo, lo que dio mayor autoridad e importancia al movimiento. El pueblo de Oruro, similar al de Cochabamba, reunido en todas sus capas sociales, reconoció la autoridad de la Junta de Buenos Aires y se sometió a ella.

Sebastián Pagador, mestizo, era sargento de la policía española en la Villa, había organizado el tumulto de las milicias contra los chapetones en la plaza del Regocijo, arrancando el escudo de armas de España de la administración de Correos y otros lugares públicos, lanzando vítores a Túpac Amaru. Empero esa masa ansiosa de libertad se hallaba amenazada por las fuerzas españolas que tenían su gran cuartel en La Paz. Al conocer las noticias de Oruro, los realistas enviaron una bien dotada unidad al mando del coronel Ramírez, que sufrió una aplastante derrota en los campos de Aru-uma o Aroma, gracias al oportuno auxilio de los patriotas cochabambinos, comandados por Esteban Arze.

El levantamiento de Oruro fue importante porque la población era paso obligado de los viajeros, por supuesto de las tropas del sur y de Cochabamba, hacia La Paz. Por otra parte, como centro minero concentraba en la ciudad y poblaciones aledañas un crecido número de trabajadores mineros.

Se mantuvo leal a sus convicciones y a sus decisiones por un lapso relativamente prolongado, debido al desconcierto de los monarquistas por la derrota de Aroma, y porque las fuerzas de Arze se mantenían en Oruro previniendo un ataque español que, de tener éxito, pondría en peligro también la estabilidad del gobierno patriota en el valle cochabambino.

El grito orureño de libertad fue para honra y prez de los que condenan el despotismo y la opresión en América. La voz de Sebastián Pagador sacudió hasta lo recóndito del orbe americano, lanzando su épica proclama.

Aquel movimiento revolucionario orureño se mantuvo triunfante hasta el 1 de noviembre de 1782, cuando Urrutia, apoyado por fuerzas realistas de Cochabamba, retomó el poder para cometer atrocidades con persecuciones, destierros, encadenamientos, vejámenes y humillaciones a los patriotas en “La cárcel de los orureños” en Buenos Aires, donde muchos encontraban la muerte. Jacinto Rodríguez, prisionero, fue enviado a esa cárcel, donde encontró la muerte. Clemente Camacho, era capitán de milicias, al ser apresado en Potosí fue llevado a Buenos Aires, donde durmió en una celda húmeda sin catre. Su esposa María Quiroz también fue torturada y murió por golpes propinados por los españoles, que le negaron la atención médica.

Ref: libro “La Historia de Bolivia” de Floren Sanabria G.

 
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