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Santa Bárbara: tragedia en el COLMIL del ejército

Víctor Hugo Rodríguez Tórrez

Viernes, 4 de diciembre de 1959. A horas 15, los ministros de Defensa Nacional, Dr. Mario Díez de Medina y el de Gobierno, Dr. Carlos Morales Guillén, ingresan demudados al Palacio de Gobierno. Elevan el parte al presidente Constitucional y Capitán General, Dr. Hernán Siles Zuazo. Le hacen conocer que en el Colegio Militar, minutos antes, estalló fortuitamente una bomba, ocasionando la violenta muerte del Gral. de Brigada Gilberto Guzmán Aguilar, Comandante del Instituto; del Tcnl. Hugo Ledezma Guardia y cinco cadetes. Resultaron con graves heridas 16 camaradas. Trasciende que el arma poderosamente letal, arrojada en 1933 por la aviación paraguaya sobre las defensas bolivianas en la Guerra del Chaco, no había explosionado entonces.

Presurosamente el Jefe del Estado se dirigió a Irpavi, con su gabinete ministerial. Análogamente el Comandante en Jefe, general Luis Rodríguez Bidegaín, y mandos de las Fuerzas Armadas. La primicia difundida por las Radios Illimani, Altiplano y Amauta estremeció la sensibilidad humanitaria de la población paceña. Vertiginosamente, centenares acudieron al Colegio Militar para interiorizarse de la tragedia, así como familias y allegados de fallecidos y heridos.

El ministro de Salud Pública, Dr. Julio Manuel Aramayo, dirigió la dolorosa emergencia médica-quirúrgica.

Entre tensión y nerviosismo colectivos, abundaron conjeturas volátiles por la desorientación manifestada inicialmente. El cuadro a la vista, tras la detonación, era espeluznante. Una versión generalizada imprecisa expresaba que la peligrosidad del explosivo ya había sido advertida, porque inexplicadamente conservaba en su estructura la espoleta fulminante. Aparentemente agotada y desactivada por el transcurso de 26 años desde su captura en el Chaco y transportación hasta La Paz, era considerada reliquia guardada convenientemente.

El origen del estallido, según información ulterior, dio cuenta que varios oficiales y cadetes del Instituto trasladaron el artefacto desde un pabellón a otro, junto con instrumentos y material bélico.

Durante la mudanza del proyectil fabricado en Europa, un tropezón imprevisto lo precipitó al pie de la escalinata de acceso al pabellón habilitado para el efecto. Reventó dañando un diámetro de 50 metros respecto al punto fatal.

Testigos ocasionales dijeron que disipada la confusión tras la explosión, vieron diseminados cuerpos humanos mutilados y que yacían ensangrentados en el patio del siniestro.

Oficiales, cadetes y soldados, quienes milagrosamente resultaron ilesos, auxiliaron a sus camaradas heridos, llevándolos a la enfermería para administrar atenciones médicas urgentes. Más de uno murió en el trayecto. Aquellos mayormente graves fueron enviados a la Clínica Americana, en Obrajes. La electrizante noticia concentró frente al Colegio Militar a personas anónimas, quienes en muestra de afecto y solidaridad al Ejército, donaron sangre a voluntad.

En la conmoriencia perecieron los cadetes Carlos Pino Saavedra, Gonzalo Lema Prieto, Emilio Arza Rojas, Luis Azero Montero, Romualdo Sosa y posteriormente Eduardo Moscoso Cuéllar. El deceso del Tcnl. Ledezma ocurrió en la Clínica de Carabineros. La institución policial, diligente ante la tragedia, también aprovisionó sangre a las víctimas militares.

Resultaron heridos el capitán Ernesto Cadima Valdez, y los cadetes Luis Revollo Vargas, Isaac Capriles Jordán, Isaías Morales Núñez del Prado, Julio Loayza Valda, Guido Sandoval Zambrana, Carlos Olivera Arauco, Juan Vacaflor Alfaro, José Cortez López, Fernando Mejía, Guillermo Loayza.

Los niños Roberto y Jorge Lemaitre, de 11 y 9 años, hijos del coronel Roberto Lemaitre, sub director del Colmil, también sufrieron heridas. Operados exitosamente vencieron al período crítico.

El gobierno decretó duelo nacional. El sepelio encabezado por el Jefe del Estado consternó a La Paz. En nombre del Batallón del Colmil, pronunció la melopea fúnebre el cadete Gildo Angulo Cabrera, informaba “La Nación”.

Anteriormente, el 19 de abril, durante un alzamiento armado de FSB contra el gobierno, perdieron la vida Oscar Únzaga de la Vega, y más de 70 personas entre conscriptos, carabineros, milicianos, particulares y curiosos.

En noviembre, en Atahuallpani, Omasuyos, fue asesinado por Paulino Huanca “el wilasaco” y Toribio Salas, el político y ex ministro Vicente Álvarez Plata.

Aquellas matanzas indignaron al país.

La vindicta murmuradora y supersticiosa motejó a 1959 como año “bárbaro”, de “mal agüero para Bolivia”.

 
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