Recuerdos del valle

Yuri Mirko Ríos Madariaga


El templo Santiago Apóstol de El Paso. Fue declarado "Monumento Nacional" el 15 de junio de 1975, por su interés histórico-cultural.
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¡Oh! el fascinante Tunari, el guardián del valle, siempre despertó mi curiosidad, el de contemplarlo de cerca. El cambio climático lo despojó de su manto níveo, con todo, a veces reaparece parcialmente en esta época invernal. Como buen caminante que soy, casualmente me encontraba en la Ayacucho (casi al frente de la terminal), el sol tostaba mi rostro y no había viento que lo refresque. Decidí refugiarme en la “chiwiña” de una caserita, cuando escuché a un voceador algo que despertó mi curiosidad. ¡El Paso, El Paso! fueron las palabras mágicas pronunciadas. Otra caserita me confirmó que indudablemente era la población que se encontraba a los pies de la cordillera del Tunari. “No, no es la zona, es el pueblito que está cerca de aquellos cerros”, me dijo señalándomelos. Muchas veces leí o escuché su nombre tan legendario, pero nunca imaginé que el punto de partida estaba allí, en mis narices.

Históricamente, El Paso se fundó un 27 de mayo de 1571 como Villa de Ondegardo, luego en 1684 adquirió su denominación actual. Fue utilizado en la época colonial como lugar de pernocte y abastecimiento de viaje-ros que se dirigían al sur (Chuquisaca o Potosí). Pero si hay algo que El Paso puede jactarse, es que atesora en su seno al templo más antiguo de Cochabamba, fundado también en 1571 ¡445 años de incesante historia! Hoy al igual que otras localidades del valle (Tiquipaya, Sacaba, Vinto, Cliza, Punata, etc.), desgraciada-mente soporta la presión urbana (loteamientos) en desmedro de sus áreas verdes y tierras agrícolas.

Di dos vueltitas por la plaza “27 de Mayo” y descubrí un dato curioso en ella: exhibía la figura de un motociclista hecho íntegramente de chatarra (muy ingeniosa la obra, pero no me explico porque la colocaron al frente del templo). Y como el crepúsculo ya descendía con su inmensa negrura, no tuve más opción que trasladarme en dirección a Tiquipaya, eso sí, chocho, pues observé al Tunari en su plenitud, desde abajito.

La manzana de la discordia en el valle es, sin duda, el puente ubicado en la intersección de las avenidas 6 de Agosto e Independencia. Colapsado a los ocho meses de su inauguración, brinda al visitante un inusual “atractivo turístico” de alcance nacional y porque no, internacional. Recordemos que en octubre pasado, sufrió el hundimiento de su plataforma por la ruptura de sus ca-bles tensores (después del paso de una flota). El siniestro concitó la atención de los medios de comunicación y la protesta de numerosos veci-nos, pues estaba a punto de desplomarse.

En febrero, la Contraloría informó que una auditoría técnica determi-nó responsabilidad civil en la empresa constructora y en varias personas implica-das en el embrollo (incluido el exalcalde). Llama la atención que el daño económico al Estado Plurinacional sería de al menos ¡11,3 millones de bolivianos! En mayo em-pezó su demolición (claro, con un costo extra) que concluiría en un plazo máximo de 100 días (su esqueleto quedaba al des-nudo por los golpes de combos y cinceles). Si la incapacidad pudiera materializarse, ésta sería u-na de sus mejores estam-pas. Pero no transitaba por el sur de la ciudad para ver y criticar a la “obra estrella” del Cholango.

Tenía un encarguito impor-tante que cumplir. En un paseo anterior descubrí “sin querer queriendo” el recove-co de unas macetas busca-das largamente. Mis ojos se maravillaron cuando las vie-ron por primera vez en Aiqui-le, frente al mercado Cen-tral. “Esas, que yo sepa, no hay en La Paz”, me dijo mi hermana. “Además están baratas”, agregó. Le creí sin objetarla. Elaboradas de llantas en desuso, constitu-yen un excelente pasatiem-po para darles una segunda oportunidad a las cosas consideradas in-servibles. Coloreadas tienen la cualidad de embellecer patios y parques. “Mañana por la tarde se irán conmigo a La Paz”, le indi-qué a la vendedora, quien me miró incré-dula. Compré tres sin regateos y de “yapa” dos macetas de arcilla con forma de gan-sos. El que a duras penas ingresaran a la sección de cargas del avión originó otra anécdota digna de contarla.

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