[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Bolivia podría acoger a refugiados


El mundo entero está viviendo en estos días una experiencia humanitaria superior a la tragedia de las dos guerras mundiales. Este es el caso de los refugiados que huyen hacia Europa desde países como Siria, Irak y otros del norte de África, donde existen guerras internas y/o situaciones de hambre y miseria.

En los últimos tres años, millones de seres que huyen del espanto y la inseguridad, encontraron como el recurso más viable buscar una vida en países de Europa. Pero el problema humano adquirió tal magnitud que, pese a que el viejo continente está situado en el llamado primer mundo, por su desarrollo y mejores condiciones de vida, no puede ya dar cabida a tantos refugiados.

Sólo Alemania, dada la grandeza de su riqueza y de contar con una gobernante de excepcionales condiciones, como es Ángela Merkel, se dio formas para acoger en su territorio a más de un millón de refugiados, corriendo hasta el riesgo de ser defenestrada del cargo por grupos políticos racistas.

Por esta razón, Merkel tuvo que reducir al máximo el ingreso de refugiados. En las últimas semanas incluso se comprometió a estudiar cada caso para dar o no acogida, pues se vio forzada a cerrar las puertas de Alemania frente a otros miles más de gente desesperada que busca nuevas oportunidades de vida.

Como a veces sucede en estos casos, no faltaron los traficantes que se prestaron a ofrecer a los que huían embarcaciones precarias para navegar el mar Mediterráneo. Empero, se dieron naufragios de centenas de personas que no pudieron ser auxiliadas oportunamente y encontraron su sepultura en el fondo de esas aguas, en las que se ha vivido muchas experiencias de excepción en el pasado. Se estima que cerca a unas 700.000 personas perdieron la vida en esos trances.

La fuga de seres humanos no es sólo de varones o mujeres adultas, sino de jóvenes y, más triste todavía, de niños que incluso son recién nacidos. Ante tanta desgracia, nadie debe quedar indiferente, tanto por motivaciones humanitarias como por razones religiosas, pues éstas últimas, cualesquiera sean sus créditos, lo primero que propugnan es la solidaridad e incluso la caridad.

En vista de que los países europeos, después de varias reuniones efectuadas para conciliar algunas formas de seguir recibiendo fugitivos, al final de cuentas han llegado a la convicción de que no pueden más. Que han colmado sus posibilidades y que sus propias poblaciones se resisten ya a persistir siendo hospitalarias, porque sus condiciones económicas y sociales no les permiten dar más acogida a refugiados.

Por estas circunstancias, a países como Grecia, pese a que recientemente estuvo confrontando situaciones de crisis económica, a sus playas siguen llegando familias enteras de refugiados.

Las Naciones Unidas han desplegado a sus organizaciones especializadas de ayuda para estos casos, pero igualmente han agotado ya sus posibilidades. De esta manera, la ración de pan y algún otro alimento que distribuía a los refugiados que esperan encontrar un lugar donde asentarse definitivamente, no los puede seguir dando.

Al menos una parte de naciones latinoamericanas ha mostrado alguna disponibilidad para recibir cantidades limitadas de refugiados. Empero, no se ha dado informaciones de que esto se halle ya en curso.

En el pasado, Bolivia, pese a sus muy modestas condiciones de desarrollo, dio acogida a colectividades de libaneses que, una vez asentados en La Paz, se los identificó como “turcos”. Los paceños convivieron muy bien con ellos y éstos mostrando su afán de trabajo, encontraron que tenían posibilidades de ser buenos vendedores de telas. De esta manera, la calle Mercado, conocida también en ese entonces como calle Honda, fue colmada por negocios de árabes que pronto dieron puestos de trabajo a bolivianos. Estas familias se quedaron por siempre en La Paz y ahora forman parte de la sociedad local, al haberse integrado completamente con la población boliviana.

Posteriormente, cuando el nazismo empezó a perseguir a los judíos, por una absurda motivación racista, nuevamente Bolivia abrió sus puertas a las víctimas de semejante persecución y beligerancia. Últimos datos dieron cuenta que el país llegó a dar acogida a 30.000 judíos. Empero, una vez creado el Estado de Israel, optaron por fortalecer su naciente patria, después de haber sufrido miles de años una diáspora endemoniada.

Esta vez, ante el drama de los pueblos árabes que buscan otras tierras para vivir en paz, Bolivia podría meditar sobre la posibilidad de volver a abrir sus puertas para dar acogida a unos cinco o diez mil refugiados, aunque esta vez, haciendo precautoriamente una selección. Recibir sólo a madres con hijos pequeños, a fin de que no se infiltren varones que puedan ser potenciales terroristas islamistas.

Esta es una modesta iniciativa, guiada nada más que por razones de solidaridad humana y tolerancia religiosa. Sería interesante conocer otras opiniones, de manera que si éstas fueran de alguna influencia, tal vez motiven a que las autoridades gubernamentales acepten recibir a esos seres que viven un drama tan conmovedor, del que es imposible desentenderse conciencialmente.

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