Un sitio Ramsar agoniza: el lago Poopó

Yuri Mirko Ríos Madariaga

Si tuviera que hacer un ranking actualizado de los lagos más grandes de Bolivia, el Poopó, otrora el de mayor extensión -después del Titicaca- ciertamente quedaría confinado al último lugar. En un abrir y cerrar de ojos fue engullido horripilantemente, solo quedaron algunos charcos dispersos en su antigua superficie.

Los hechos a lo largo del tiempo han demostrado que siempre fue relegado a un segundo o tercer plano. Era como si este espejo de agua, vital como ecosistema andino, nunca hubiera existido en el mapa de Oruro, era algo así como un espectro indeseable o un invitado de piedra a la comilona.

Las autoridades locales, departamentales y nacionales no supieron atenderle oportunamente cuando mostraba los primeros signos de su letal enfermedad, hace mucho más que solo diez años atrás, como se dice. Todo quedaba en simples acuerdos de palabras nunca cumplidas y en papeles con pestilente letra muerta. Ahora dicen que “solo hay que esperar a que llueva para que se llene de nuevo”…. y asunto solucionado.

Se olvidan que fue el lago que amparó en su seno a pueblos milenarios como el uru, en particular el uru murato que echó raíces en su ribera naciente e hizo de él su hogar y también su medio de sustento; sin él, este pueblo originario se habría convertido en un recuerdo más, estampado en las páginas de los libros de historia. Empero, ahora la situación es diferente o mejor dicho es catastrófica. Los urus o como ellos mismos se denominan los “hombres del agua”, tendrán que emigrar o estarán condenados a extinguirse como la vida que una vez albergó este lago altiplánico.

En 1971 fue creada oficialmente la “Convención Ramsar” para promover la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos naturales en todo el mundo. Paradójicamente nuestro país como miembro permanente desde 1990, no ha tomado en serio ninguna de estas recomendaciones. Recordemos que el 11 de julio de 2002 el Gobierno boliviano adhirió el par Uru Uru-Poopó a la lista de sitios Ramsar o Humedales de Importancia Internacional, hecho trascendental que sin duda garantizaría el cuidado y la sobrevivencia de esta cuenca endorreica única en Sudamérica. Lastimosamente no ha sucedido así, pues este Convenio intergubernamental y otros proyectos de preservación quedaron inconclusos, desviados o en el olvido, y cuyas consecuencias las lamentamos hoy, no obstante, advertidas ya en varias oportunidades por los comunarios, como el mal augurio de noviembre de 2014 cuando cientos de miles de peces y aves muertas fueron encontradas en sus orillas sin una explicación convincente que satisfaga.

Como es de conocimiento público, se conjetura que el desastre ecológico del Poopó se debió a tres causas combinadas: el aumento de la temperatura a nivel global por el cambio climático, agravado por el fenómeno de El Niño que condujo a la rápida evaporación de sus aguas. La contaminación minera que a lo largo del tiempo también jugó un papel indiscutible en el desecamiento del lago a través de la sedimentación de sus residuos, y asimismo se atribuye al desvío arbitrario de las aguas del río Desaguadero (el principal tributario) para utilizarlas en las operaciones de las empresas mineras y en la actividad agropecuaria presente en gran parte de su trayecto hasta su desembocadura en el Uru Uru.

El último fenómeno mencionado incumbe y puede compararse con lo que le ocurrió al Mar Aral entre Kazajastán y Uzbekistán (Asia Central), cuando en tiempos pasados fue el cuarto mayor lago del mundo. Todo lo que hoy queda de él es un lúgubre desierto, el ominoso legado de la extinta Unión Soviética cuando ésta por cuestiones económicas en la década del sesenta, extendió su frontera agrícola desviando para el riego de millones de hectáreas a los principales afluentes que alimentaban al gigantesco lago. Según expertos en medio ambiente, fue una decisión que transformó el paisaje de manera ¡irreversible!

El panorama satelital de la región pone al descubierto una “pequeña gran aberración” evidente al oeste de la ciudad de Oruro: una superficie de agua tan grande o más que el Uru Uru (antes inexistente), al parecer debido a la construcción de un dique en el mismo curso del Desaguadero que inundó grandes extensiones de tierra, adoptando el aspecto de un apéndice y recalco que no se trata de Kori Chaca (laguna artificial), ¿se habrá equivocado el acreditado Google Maps? y en caso de que no fuera así ¿será éste uno de los elementos principales que aceleró la tragedia? ¿quiénes lo hicieron? ¿fue obra de algún programa de manejo y aprovechamiento de los recursos hídricos?, si la respuesta es afirmativa a la última incógnita, entonces se aplazaron con la peor nota.

El mapa vial probablemente también cambie, ya no será necesario dar la vuelta por el sur del Poopó para llegar a poblaciones como Orinoca, y en este punto hago una analogía con la “ansiada” desaparición de los hielos del Ártico por parte de las compañías de barcos mercantilistas tanto europeos como norteamericanos, pues como se supondrá, ya no tendrán que pasar por el canal de Panamá para dirigirse al Japón o la China y viceversa, ahorrando en combustible y otros gastos excedentes.

“A casi 4.000 metros sobre el nivel del mar en una tierra donde el suri vagaba sin temor por los pajonales, se alzaba un lago rico en biodiversidad. Generoso sin límites acogió y dio de comer a todos sin excepción. Resistió estoicamente por mucho tiempo los embates mortíferos que le asestaron. Dio todo de sí para sobrevivir pero en algún momento tenía que sucumbir a manos de sus cobardes enemigos. Como recuerdo perpetuo de su paso temporal por el planeta Tierra fue grabado en el escudo de su amado Oruro junto a su hermano Sajama”. Así tendría que decir el epitafio (ojalá me equivoque).

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