La perenne ciudad albúreo símbolo de paz

Dr. DAEN Marcelo Arduz Ruiz (*)


Mediante decreto emitido por el Virreinato de Lima, La Paz debía fundarse expresamente el día 20 de octubre en recordación de la batalla de Huarina.

Aunque en nuestros días la remembranza de su origen y significado es relegada, cada 20 de octubre se reverencia el blasón de la ínclita y heroica ciudad de Nuestra señora de La Paz, precedido por el ave que simboliza la paz con gajo de olivo en el pico, mientras en la parte central, a los pies del majestuoso nevado Illimani, se observa un león y una oveja abrevando de las aguas de un mismo río...

Ante todo, cabe mencionar que en tierras altoperuanas el año 1547 la fecha fue signada como uno de los episodios más sangrientos de tiempos de la colonia, conocido en las páginas de la historia como la batalla de Huarina, de los campos de la batalla o el lugar Batallas, simplemente.

Almagro, decepcionado por la poca fortuna que había hallado a su paso en la expedición hacia Chile, aguardaba ser nombrado por Pizarro Gobernador del Cusco, pero su principal socio en la conquista del Perú prefiere extender el nombramiento a su hermano Hernando que acababa de llegar de España, ocasionando la división de los españoles en dos bandos que se enfrentaron en cruenta guerra civil, en uno los seguidores de Almagro y en el otro los de Pizarro.

La antigua capital de los Incas, el Cusco, es ocupada por los primeros tomando por rehenes a los hermanos de Pizarro. Al huir Gonzalo Pizarro buscando reorganizar sus huestes, Almagro desiste de matar a Hernando pero siendo derrotado en la batalla de las Salinas, éste lo hace degollar en plena plaza pública (28 de abril de 1538). Aunque por la ejecución Hernando Pizarro es condenado en España a 20 años de prisión, en venganza Almagro “El Mozo” (hijo) asesina a Francisco Pizarro en su propio palacio de Lima (6 de junio de 1541).

Ante urgencia de pacificar el Virreinato del Perú, el emperador Carlos V envía al Lic. Cristóbal Vaca de Castro, quien consigue vencer a los almagristas en momentos que alcanzaban supremasía frente a sus rivales, ejecutando a su líder que se había autoproclamado Gobernador del Perú, pero Gonzalo Pizarro con pretensiones de asumir la Gobernación en sucesión del hermano, se rebela contra las órdenes de la Corona derrotando a sus poderosos ejércitos en Huarina, donde se acuña la frase “guerra gentil que 300 vencen a mil”….

Junto a cronistas como Garcilaso de la Vega, Agustín de Zarate, Francisco López de Gomara o el Palentino, el príncipe de los cronistas de Charcas Antonio de la Calancha afirma que “entre españoles contra españoles, hizo la ambición y la codicia oficios de gentilidad, pues llegó a tanto la crueldad del maese de campo Carvajal (el “demonio de los Andes”), que mandó cañoneasen a una tropa de los suyos que andaba a vueltas con otra de leales, y que a unos y otros matasen a balazos, quedando en aquel campo la memoria de traición como ejemplo de desdicha en las comedias ridículas de este mundo"...

El fraile agustino, relata que los aborí-genes viendo impasibles tras la matanza sus campos anegados de sangre, aborre-cieron y execraron ambas fracciones: “Cuando hace pocos años pasé por el campo de batalla, era ordinaria plática que de noche se oían golpes de tambores, ruidos y voces en batalla, que la codicia y ambición pagan soldados perpetuos que alistándose en este mundo, van a conti-nuar sus guerras al Flandes infernal. Se hizo una capilla en el campo, donde pasa-dos los años se recogieron los huesos, mezclando los que eran leales con los que fueron traidores (Lo que veo es que si no se desenterraron los cuerpos se enterra-ron los méritos)”…

Entre dos fuegos, las poblaciones origi-narias asumieron un rol excepcional en la defensa de sus territorios contra las trope-lías que cometían uno y otro bando. Retor-nando triunfante de la incursión a Chile, el príncipe Paullo Túpac Yupanqui (más co-nocido por el apócope de Paullo Topa), es coronado por el mismo Almagro en la capi-tal del Tawantinsuyo, pero poco después del ajusticiamiento de su leal amigo se ve forzado a trasladar su reinado hasta las márgenes del Titicaca, donde contaba con mayor ascendiente entre los aymaras.

Por la defensa intransigente de aquellos territorios, que bajo su mando emprendie-ron las legiones diestras en el manejo de caballos y arcabuces durante la expedi-ción a Chile, la corona le otorga títulos de nobleza y las márgenes del Titicaca aleda-ña a la región de Carangas, que entonces sobrepasaba en límites al actual territorio orureño; mientras agradecido el Virrey Vaca de Castro le confiere su apellido, pa-sando el Inca a ser conocido como Paullo Cristóbal (su nombre de bautizo cristiano) Vaca Topa.

En el escenario de las guerras civiles del antiguo Perú, el telón cae con la muerte de Vaca de Castro a manos de Gonzalo Piza-rro, y la de éste en Cotabamba a manos del nuevo Gobernador Pedro de la Gasca (9 de abril de 1543), y la Corona con el propósito de conmemorar el final de las guerras civiles ordena que en territorio altoperuano se levante una ciudad con el honroso título de Nuestra Señora de La Paz.

De inicio se pensó establecer la nueva ciudad en los mismos campos de Huarina, en la mítica Tiwanaku e inclusive sobre las márgenes del denominado Lago Sagrado, Copacabana, hasta que por contar con un clima más benigno que el de la gélida alti-planicie, al final se optó por el acogedor vallecito recostado a las faldas del Illimani y orillas del río Chuqui-apu (Señorío del Oro), habitado por un grupo étnico aymara de lavadores de oro establecido a comien-zos del siglo XI por mandato del Inca Maita Cápac.

Mediante decreto emitido por el Virreina-to de Lima, la urbe debía fundarse expre-samente el día 20 de octubre en recorda-ción de la batalla de Huarina, sin importar tanto el año o el lugar que se fuera a elegir, pero dos años más tarde debido a que la fecha sorprendió a la Comitiva en pleno intento antes de llegar a destino, tuvo que fundarse la ciudad transitoriamente en la vecina población de Laja, para pocos días después arribar a la hoyada paceña.

Como desenlace de las guerras civiles, en albores de su fundación la nueva Villa extendería su rol pacificador hacia otros centros, pues Gonzalo y Hernando Piza-rro, que antaño fueran sus más enconados enemigos, acuden ante su trono del Titica-ca para solicitarle apoyo en la colonización de las tierras por donde pasara la expedi-ción de Almagro y otros territorios hasta entonces inexplorados.

Como antes lo hiciera durante todo el trayecto a Chile, Paullo se ocupó de alla-nar con millares de nativos el paso del puñado de hispanos en su ingreso a los nuevos espacios, que más adelante cul-minaría con la fundación de Chuquisaca, Potosí, Tarija, la hoy desaparecida Tapa-carí (fundada antes que Cochabamba), Santa Cruz de la Sierra y otros centros, planteando frente al genocidio de las po-blaciones nativas que se había trazado la invasión española, la posibilidad de convi-vencia pacífica con las poblaciones nati-vas a través del sincretismo cultural y reli-gioso que entonces ya se diera.

Para preservar la vida y tierras de sus súbditos el Inca conseguiría firmar con la Corona un pacto que se cumpliría a cabali-dad hasta el deceso del Inca en el Cusco, aunque con posteridad los criollos herede-ros de la dominación hispana prefirieren mostrar la emancipación como un proceso de ruptura radical con el pasado colonial, con intensión de exclusión de las poblacio-nes originarias antes que de complemen-tariedad.

Bajo la óptica anterior, en nuestros días todavía resulta un pasaje desconocido el reinado del último emperador a orillas del llamado Lago Sagrado de los Incas, en la parte de la territorialidad boliviana; lo cual permitiría establecer con claridad que el lugar donde se originara el imperio de los Incas con la mítica partida de Manco Cá-pac, por extraña casualidad del destino llegó a constituir el lugar de su extinción. Sin duda, este pasaje inédito merece ma-yor estudio por parte de los investigadores nacionales.

La figura del Inca que en el Titicaca res-tablece las peregrinaciones que acudían en tiempos precolombinos al Titicaca des-de Cusco, Quito, Pasto y Chile, además de ser considerado co-conquistador de los reinos de Chile, el verdadero colonizador del Alto Perú y uno de los estrategas indígenas más importantes de todos los tiempos, cierto autor le atribuye haber instaurado la comunidad denominada de las “Tres Cruces” por las religiosidades que participaron en ella: la incaica, la ay-mara y la cristiana, también podría ser rescatada como precursora del actual Es-tado Plurinacional.

Que la reciente conmemoración del aniversario de la fundación de este crisol de nacionalidades, constituya una motivación que nos permita renovar nuestro compro-miso esencial con la paz, la comprensión, la unidad y la solidaridad entre todos los

bolivianos...

(* Es miembro fundador de la Academia Boliviana de Ciencias Heráldicas y Genealogía).

 
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