23 de abril. Día internacional del libro

Miguel de Cervantes



Retrato de Miguel de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui (c. 1600).
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Miguel de Cervantes Saavedra es la personalidad literaria más célebre de España y del mundo. Por ser al autor de la primera gran novela: Don Quijote de la Mancha, encierra en sus páginas una asombrosa imaginación rodeada de personajes de características tan diferentes como los escenarios donde se desarrollan los hechos, el libro en cuestión, es rico en léxico, transmite tanta sabiduría humana, fantasía y el buen sentido del humor del escritor.

Aunque resulte paradójico, la adversidad templó su espíritu aventurero, cuanto más castigado por la adversidad, la pobreza, el desasosiego y el cautiverio, ni el plagio que sufrió de su segunda obra, pudo apagar las lumbres de su talento, con el cual forjó la gloria del Siglo de Oro Español.

Cervantes nació el 29 de septiembre de 1547, en la antigua ciudad de Alcalá de Henares, cerca de Madrid, España. Su padre era un humilde médico afectado por la sordera. La infancia del futuro novelista transcurrió aquí y allá, a lo largo de ciudades, aldeas y caminos que conducían siempre a la misma pobreza y deudas; estudió con los jesuitas en Sevilla y con Juan López de Hoyos, catedrático de gramática, en Madrid; es posible también que haya estudiado en la Universidad de Salamanca, mientras servía de criado de estudiantes ricos.

Desde los veinte años su afición a las letras lo llevó a componer algunas poesías, luego pasó a Italia donde fue camarero del cardenal Julio Aquaviva (1569). Dejó el puesto para enrolar en el ejército, ostentado con cierto orgullo el uniforme militar de la poderosa guarnición española que se encontraba en Italia. En 1571 una formidable escuadra turca avanzaba sobre Occidente por el Mediterráneo. Solimán II, sultán de Turquía, quería imponer la bandera media luna en tierras cristianas. España mandó sus barcos de guerra al mando de don Juan de Austria y unidos con los de Venecia y los Estados Pontificios contuvo a los turcos en la célebre batalla de Lepanto, cerca de las costas de Grecia. Cervantes, que se encontraba en la galera Marquesa afectado por la fiebre palúdica, salió a cubierta y luego de un feroz combate, cayó herido en el pecho y perdió a la vez la mano izquierda. De ahí que procede el apodo de “el manco de Lepanto”.

Miguel de Cervantes después de esa batalla fue incorporado como soldado al regimiento de Ponce de León y anduvo en Nápoles gozando de fama por su arrojo en la batalla de Lepanto.

En 1575 abandonó Italia y se embarcó en “El Sol” para España con grandes esperanzas, llevaba consigo una carta de recomen-dación de don Juan para el rey don Felipe II y confiaba en que tal misiva habría de pro-porcionarle un buen empleo en la corte. En el viaje, una flotilla pirata comandada por Mami Arnaut tomó por asalto la nave, siendo toma-do preso Cervantes y conducido a Argel donde los prisioneros cristianos eran poco menos que muertos en vida, se salvó de trabajar hasta morir como remero en una galera pirata. En las fétidas mazmorras aprendió a obedecer bajo el chasquido del látigo, pero jamás se doblegó ante nada, encabezó varios conatos de fuga, hasta que en septiembre de 1580 fue rescatado por unos frailes trinitarios pagando quinientos escudos de oro.

En Madrid obtuvo empleos de poca importancia, en esa desesperación solicitó un puesto de trabajo en la Indias, precisamente en el corregimiento de La Paz o en cualquier otra ciudad colonial de América. Por entonces mantiene relaciones amorosas con Ana Villafranca de Rojas, la mujer de Alonso Ro-dríguez, un tabernero. De esta relación nació una hija que se llamó Isabel de Saavedra, que él reconoció. Esta unión es efímera y Cervantes huye a España llevándose a su hija. Tiempo después, ya envejecido, casó con doña Catalina Salazar y Palacios, diecinueve años más joven que él. Escribe por entonces “Galatea” obra inconclusa porque se puso a escribir obras de teatro que son ensombrecidas por otro escritor de talla, el protegido real, Lope de Vega.

Felipe II preparaba enton-ces su Armada Invencible, so-bre la base de duras contri-buciones impuestas al pueblo. Cervantes obtuvo el cargo de comisario proveedor de fon-dos, golpeó las puertas de los pobres y fue recibido las más de las veces con denuestos, cuando no a pedradas.

Más tarde –en 1597– dio con sus huesos en la cárcel de Sevilla, a causa de la quie-bra de un banquero, Simón Freire, en cuyas manos había confiado una cantidad apre-ciable de ducados para la Ha-cienda. No acabaron allí sus desventuras, sino que, por lo contrario, soportó hasta su muerte otras cárceles y penu-rias sin cuento. Vuelto a la cárcel por haber dispuesto los diezmos, cosa injusta, porque los perdió o se lo robaron, en una celda oscura y maloliente concibió su obra inmortal: Don Quijote de la Mancha, la obra más grande de la literatura castellana. En enero de 1605 salió a luz, en Madrid, su no-vela “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Por fin se le abrie-ron las puertas de la fama, la obra estaba inspirada en el amor de una mujer, sublimó a su Dulcinea del Toboso y de sus andanzas inventó al famoso caballo “Clavileño”. El Qui-jote, un caballero andante con lanza en ristre en lucha por la redención y la justicia de aquellos que él cree desprotegidos, y Sancho Panza un escudero de espíritu práctico y realista.

Miguel de Cervantes Saavedra, falleció en Madrid, el 23 de abril de 1616. Su libro es el más editado y traducido de la historia, sólo superado por la Biblia.

 
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