Fredie Hayes

Su amor, el Cine



Fredie Hayes durante el rodaje de Blackthorn.
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Fredie en la actualidad es un Operador de Cámara y Director de Fotografía que goza de gran reconocimiento a nivel internacional. Es titulado de la universidad Santo Tomás, que en esa época impartió la primera carrera de Audiovisual en Bolivia. “Ahí tuve muy buenos docentes quienes me inculcaron profundamente amar al Cine. Luego de un tiempo empecé a dar algunas materias y conocí esa faceta pero desde el otro lado. En esa época trabajaba en el área de Producción, primero como Locacionista y Productor de Campo, más tarde empecé a ser jefe de producción de cortometrajes y algunos videoclips” nos cuenta. Cuando le empezaba a ir bien, su vida tuvo un giro inesperado y se fue a vivir a Chile por un amor. Al principio pensaba que sería por dos meses, luego seis meses más, ahora ya son nueve años que vive allá. En esta entrevista nos cuenta sobre su carrera que va en franco crecimiento.

¿Quién es Freddy Hayes?

Boliviano. Director de Fotografía y Operador de Cámara. Hombre bendecido por tener seres maravillosos que le quieren pero tiene una amante, la Literarura.

¿Cómo te inicias en el mundo de la producción audiovisual?

El primer rodaje en el que participé fue “Posesión” de Miguel Valverde, ganador del Amalia de Gallardo de 1997; ahí fui extra y además meritorio ayudando a los gaffers (eléctricos). Conocí los fierros y las luces y mi verdadera vocación. Muchos años después pude especializarme en Chile en una escuela de Cine y también con mi amigo y mentor, Héctor Ríos, uno de los fotógrafos más reconocidos del continente. Fue muy duro al principio, como en todas partes, allá hay demasiada competencia y además, ser extranjero no es precisamente un factor favorable. Empecé de a poco, desde abajo, trabajando siempre con mucho esfuerzo, dedicación y yendo siempre a la guerra, superando mis inseguridades y a veces la prudencia.

¿Cómo fue la experiencia en “Blackthorn”?

Hermosa y verdaderamente intensa. Era “Road movie”, o sea, una película de viaje, donde los personajes van atravesando distintos lugares, entonces teníamos muchísimas locaciones. Recorrimos casi media Bolivia. Ese hecho, el filmar en espacios tan alucinantes y distantes y que pocas personas conocen, fue maravilloso, presenciar y ver lo majestuoso que es nuestro país. Éramos un verdadero ejército, más de cien técnicos, sin contar los cientos de extras. Imagínate el desplazamiento y la logística de mover, alojar y alimentar a tanta gente y una caravana de casi 40 vehículos, muchos de ellos transporte pesado. Ahí compartí por casi tres meses con mucha gente querida pero además pude conocer a muchos amigos estupendos. Yo estaba en el equipo de Cámara y mi jefe era José Ramón Delgado, quien trabajó con Almodóvar en varias de sus películas y así había muchos profesionales de gran nivel, por eso, la vara estaba muy alta y uno debía dar lo mejor de sí.

¿Cómo ves la producción audiovisual en Bolivia?

Bolivia tiene una gran trayectoria y legado fílmico. Acá siempre ha existido un gremio de trabajadores de la imagen que vive de su trabajo y generan una industria, pequeña y limitada, pero preparada para cualquier proyecto nacional o extranjero. No he podido ver todo lo que se ha hecho últimamente pero sé que hay mucha gente joven con buenas ideas y gran impulso, y eso, sumado a la experiencia y talento de las personas más antiguas, genera un buen momento.

¿En qué nuevo proyecto fílmico estás actualmente?

Vine a La Paz a trabajar como Foquista de Cámara en “Olvidados” de Carla Ortiz. El director es el mexicano Carlos Bolado. El rodaje está duro y eso que recién estamos empezando, pero quién dijo que hacer Cine era fácil. Estoy con muchos amigos y grandes cineastas, lo cual no deja de ser un incentivo, y claro, trabajar en Bolivia para mí es algo demasiado especial.

¿Qué es lo mejor y lo peor que tiene la producción en nuestro medio?

Lo mejor es el amor y la fuerza para trabajar, acá todavía la gente tiene conciencia del privilegio que tenemos de trabajar en algo tan mágico como el cine. La gente le da con todo y callados, sin quejarse y sin alardear, con mucha garra. Muchas veces sorprendemos con genialidad y talento ante la eterna falta de recursos. Creo que un punto a corregir es la improvisación y el desorden. Nuestra misma idiosincrasia es así y me incluyo absolutamente. Afuera las cosas se hacen distinto, se planifican con exagerado rigor y todo es mucho más ordenado, y en general son más prolijos, incluyendo las pequeñas cosas, y eso, ese detalle, muchas veces hace la diferencia.

 
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